Apuntes sobre una adaptación de Crónicas marcianas, de Ray Bradbury

Por: Thalia Guerra Carmenate

En la actualidad aún existen prejuicios a la hora de adaptar textos literarios al lenguaje audiovisual. Y si ocurre con el cine, un medio que ya ostenta de forma unánime el título de “arte”, en el caso de la televisión la suspicacia es más acentuada, debido a sus estigmas en cuanto a calidad y cualidad artísticas. El teórico Robert Stam habla de ese trasvase entre literatura y cine y reflexiona al respecto. Si bien sus razonamientos se enfocan en las adaptaciones cinematográficas, estos también son aplicables a la televisión, ya que tanto esta como el cine cuentan potencialmente con las mismas materias de la expresión.

La exigencia de fidelidad ignora el proceso real de hacer cine y las importantes diferencias en las formas de producción. Mientras las decisiones de un novelista no están restringidas por consideraciones de presupuesto —todo lo que el escritor necesita es tiempo, talento, papel y pluma—, en cambio las películas están inmersas desde el inicio en la tecnología y el comercio. Mientras las novelas se ven relativamente poco afectadas por problemas de presupuesto, las películas se encuentran profundamente sujetas a contingencias materiales y financieras.[i]

En el caso de Crónicas marcianas (1950), de Ray Bradbury y su homónima adaptación televisiva (1980), es pertinente tener en cuenta lo expresado por Stam en el fragmento anterior, sobre todo por la dificultad de recrear visualmente cualquiera de las imágenes que Bradbury construye.



El libro está estructurado como una serie de relatos conectados por un mismo contexto, línea temporal y temas comunes, pero carece de una línea argumental. Aborda la llegada del hombre terrestre a Marte y su posterior colonización. El tono sentimental y nostálgico que se percibe permite construir una panorámica pesimista del futuro del planeta Tierra y de la raza humana en general.

Bradbury solo utilizó Marte y sus habitantes como un pretexto. Pudo haber seleccionado cualquier otro planeta con su respectiva civilización, puesto que no se rigió ni siquiera por las pocas certezas científicas que hasta ese momento existían sobre el planeta rojo. Las pasó por alto con el fin de explorar lo nocivo de la naturaleza humana, el choque de dos culturas (que recuerda constantemente a la conquista y colonización de América), cómo el hombre en lugar de «construir un mundo mejor» imita los vicios y defectos de su lugar de origen.

La adaptación homónima a la pequeña pantalla se estrenó en 1980 y fue una coproducción entre Estados Unidos y Reino Unido, dirigida por el realizador británico Michael Anderson, quien ya contaba en su filmografía con adaptaciones de importantes novelas de ciencia ficción como 1984[ii] (1956) y La fuga de Logan[iii] (1976).

Son tres capítulos de aproximadamente una hora y media de duración los que conforman la miniserie, cuyos títulos revelan con claridad el contenido de cada uno. «Las expediciones» muestra la organización y el arribo de las primeras expediciones a Marte. Se explora ese recelo inicial de los marcianos hacia los humanos, el miedo a la colonización y al deterioro de su planeta; así como el primer choque entre ambas especies. En «Los colonizadores» vemos cómo el ser humano se ha asentado en el nuevo planeta, cuya población originaria se encuentra extinta casi en su totalidad. Aparecen las nuevas ciudades con sus anuncios publicitarios característicos, sus costumbres y su religión. «Los marcianos» es la concreción de lo que los personajes temían desde el inicio: la guerra nuclear que devastaría la Tierra. Los pocos humanos que quedan en Marte buscan la manera de subsistir y adaptarse a una nueva vida en un planeta desolado.

El punto fuerte de la miniserie es su guion, adaptado por Richard Matheson, quien para ese momento ya contaba con una considerable trayectoria como guionista (El dueño del mundo, 1961 y El último hombre sobre la Tierra, 1964)[iv] y escritor de ciencia ficción y fantasía (Soy leyenda, 1954)[v].

Resulta interesante la capacidad para elaborar un guion tan respetuoso con respecto a la obra fuente la obra fuente; sin embargo, su calidad no radica precisamente en ese detalle, sino en la excelente selección de cuentos y las soluciones que Matheson encuentra para entretejerlos y, a su vez, elaborar una línea argumental que destaca por su organicidad. Si bien quedan fuera algunos relatos importantes que hubiesen enriquecido la trama, quizás en determinados casos esa omisión se debió a la intención de abaratar los costos evitando escenas y pasajes que necesitaran mayor presupuesto para el diseño de producción. Por ejemplo, la inclusión del relato «Un camino a través del aire» hubiese permitido abordar un tema como el racismo y elaborar, a través de los códigos del audiovisual, un diálogo entre la crítica severa que Bradbury hace a la sociedad estadounidense de su época y un discurso analítico más actualizado sobre esta misma problemática. Quizás el motivo estuvo relacionado no con cuestiones de presupuesto, sino con, precisamente, no abordar estos temas polémicos en un medio tan global como la televisión, y con mantener los convencionalismos aún existentes a finales de los setenta. En cambio, la alternativa aparente fue seleccionar a un actor negro para interpretar al irreverente pero lúcido Jeff Spender (Bernie Casey).

Otro relato cuya inserción hubiese sido certera es «Usher II». Se trata de una suerte de apología de la literatura fantástica y de terror, en particular de la obra de Edgar Allan Poe. Aquí el autor comienza a esbozar lo que desarrollaría más adelante en su novela Fahrenheit 451 (1953): la deshumanización del hombre a causa de la tecnología y el abandono del arte, en particular de la literatura; la censura, la quema de libros, el control del acceso a la información por parte de los círculos de poder:

Allí ardieron Poe y Lovecraft y Hawthorne y Ambrose Bierce, y todos los cuentos terroríficos y fantásticos y, con ellos, todos los cuentos del futuro. Implacablemente. Se dictó una ley […] Diversos grupos comenzaron a censurar las revistas de historietas, las novelas policiales y, naturalmente, las películas, siempre en nombre de algo distinto: la política, la religión, los intereses profesionales. Siempre había una minoría temerosa de algo, y una gran mayoría temerosa de la oscuridad, del futuro, del presente, temerosa de sí misma y de su propia sombra[vi].

«Usher II» es uno de los varios relatos del libro que por sí solo resume el espíritu pesimista de Bradbury con respecto al destino del hombre que, arrastrado por la decadencia de su propia sociedad, es conducido casi hasta su exterminio. Llevar esta narración a la pequeña pantalla hubiese conllevado elevados costos de producción puesto que la Casa Usher —y sus alrededores— que el Sr. Stendahl encarga edificar en Marte consiste en toda una maquinaria siniestra:

[…] he construido un santuario mecánico, con murciélagos de cobre que vuelan siguiendo el curso de rayos electrónicos y ratas de bronce que corretean por los sótanos de material plástico. Hay, además, vampiros artificiales, arlequines, lobos, fantasmas blancos, esqueletos, todos ellos producto de la química y el ingenio del hombre[vii].

Por otra parte, el recurso más acertado es designar al capitán John Wilder (Rock Hudson) como personaje conductor de la historia, lo cual contribuye a no sobrecargar con personajes innecesarios que entorpecerían la progresión de los hechos.

Es cierto que la serie, más que crear una historia dotada de acción y dinamismo, aspiraba a conservar el espíritu reflexivo del libro, a plantear razonamientos filosóficos, morales y religiosos que son la base del discurso literario. No obstante, pese al buen trabajo de guion, resulta una narración lenta que pudiera aburrir al espectador actual, gracias a su monótono montaje y a sus efectos especiales precarios y primitivos, incluso para la fecha de realización, pudiera aburrir al espectador actual.

Las ciudades marcianas que en el texto fuente son descritas con elevada magnificencia y tecnologías desarrolladas, al trasladarlas al discurso audiovisual se convierten en unas estructuras esféricas y piramidales que carecen de sentido práctico. La recreación de los marcianos y sus características sí están encarnadas de manera que enriquecen su construcción literaria a través de la visualidad. Se logra sustentar esa superioridad espiritual de los marcianos por su comunión con la naturaleza y entre sí mismos. Se realiza una cabal representación de sus habilidades telepáticas, armas y de cómo renunciaron a su vida pacífica para defenderse de la inminente colonización de los humanos:

Nos unimos para destruir tres vidas. ¿Por qué? Porque tememos por nuestra existencia. Vimos sus armas. Vimos en sus mentes y hallamos violencia. Vimos en sus mentes lo que tu raza le hizo a la Tierra, cómo su sociedad está al borde de la autodestrucción, buscando una solución a sus problemas en otros mundos en lugar de resolver los suyos. No permitiremos eso en nuestro mundo. Perdónanos, capitán Black. Una vez fuimos honorables. Mira ahora el abismo en el que caímos. Asesinando por temor. Perdónanos[viii].

Esta adaptación, con sus aciertos y desaciertos, es la única con la que cuenta Crónicas marcianas hasta el momento, la cual supuso un esfuerzo para nada desestimable debido a la dificultad que conllevó su realización. De ahí la necesidad de otras reinterpretaciones audiovisuales del texto que se enriquezcan con perspectivas contemporáneas y con el manejo de técnicas audiovisuales más avanzadas.


[i] Stam, R. (2004). Teoría y práctica de la adaptación (edición digital).

[ii] Basada en la novela homónima de George Orwell.

[iii] Basada en la novela Logan's Run (1967), de William F. Nolan y George Clyton Johnson.

[iv] Títulos originales: Master of the World; The Last Man on Earth.

[v] Título original: I Am Legend.

[vi] Bradbury, R. (s.f.) Crónicas marcianas. Ediciones Revolución, p. 155

[vii] Ibídem, p. 156

[viii] Matheson, R. (Guionista). Anderson, M. (Director) (1980) The Expeditions (Temporada única, Episodio 1). En Donally, A., Subotsky, M. (Productores) The Martian Cronicles. BBC; Charles Fries Productions; Polytel International Film; Stonehenge Productions.

AHS 5 de febrero de 2025
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