Las últimas cenizas: una llama que aviva nuestras galerías

Por: Ana Margarita Arada Clavería


El arte es transformación, cambio. El arte es resurrección. Tiene la capacidad de arrasar y remover cimientos. Encontrar desde su lenguaje un punto de comunicación con la historia y sus contextos es una manera (tal vez la única) de reconciliarnos con el pasado y transformar el presente. Las últimas cenizas, la más reciente exposición de Luis Antonio González Rodríguez, nos conecta a golpe de fuego con nuestra historia; desde la más raigal y atípica localidad para trascender lo universal a partir de códigos contemporáneos.

Entrar a la galería La Jungla de la Uneac en Las Tunas es, ante todo, un deleite visual. Y lo primero a resaltar de la muestra es la belleza como categoría, como espacio de contemplación. Primero sobrecoge las dimensiones de los cuadros. En esta provincia estamos tan poco acostumbrados a lienzos de grandes dimensiones que este hecho es una característica distintiva. Acto seguido nuestra mirada va al color. Si de fuego se trata naturalmente priman los colores cálidos, estridentes. El amarillo y el rojo, perfectamente contrastados aportan calidez y vivacidad a las piezas. Hay un lienzo en que la paleta apela a colores fríos, azules, verdes, en medio del fuego. Es Ofelia en llamas, Ofelia o Marilyn Monroe, una mujer disfrutando de sí, a pesar de estar quemándose. Quiero pensar que esta exposición es también un diálogo con las féminas, una manera de darle voz. Ellas están en toda la muestra en mayor o menor medida, contoneándose, sonriendo, provocando. En ellas también está el fuego como redención.


La formación académica del artista es evidente. No descuida el dibujo, el trazo certero, seguro, la fisonomía de sus personajes. Esto lo apreciamos también en las obras escultóricas que destacan por el equilibrio, el ritmo, el dominio del material, la técnica y la perfecta simbiosis con el espacio. Otro punto a destacar es el aprovechamiento de la galería. La Jungla es pequeña y en no pocas ocasiones hemos visto muestras atiborradas sin un orden curatorial bien pensado y estructurado.

Encontrar esculturas en las galerías tuneras (Capital de la Escultura en Cuba) es casi una quimera. Si a eso le sumamos que algunas de estas obras están pensadas con elementos interactivos que provocan al espectador, resultan aún más interesante, formal y conceptualmente.

Mas, si hay algo que destacar de Las últimas cenizas, son las apropiaciones de referentes históricos, la articulación de signos, símbolos locales y universales. La recontextualización de estos referentes para elaborar un discurso polémico y múltiple. Así la expo se erige como un espacio simbólico total, que juega con la fragmentación y la carnavalización para hacer de Las últimas cenizas un circo gigante en el que hay lugar para todos tras las cortinas de humo. Para un tunero es fácil reconocerse en esta muestra, en su historia cultural y social, en una ciudad que fue quemada tres veces y que se ha visto obligada a levantarse sobre sus cenizas. El diálogo que propone Luis Antonio va más allá. Va a la posibilidad de reconstruirse, de reinventarse, de dominar el fuego y cambiar la historia. Ese mensaje es universal.

De todas las obras, merece especial atención la escultura de Vicente García, general del Ejército Libertador y figura representativa de la ciudad. Se me antoja la más sugerente, la más polisémica como lo ha sido la figura del héroe. Vicente García es para los tuneros signo y símbolo. En él nos miramos y desde él nos miran y hasta nos tildan. Entonces representar al héroe antorcha en mano, capaz de volvernos a incendiar, se alza como alegoría de un necesario fuego. Uno arrasador que nos haga despertar del letargo.

Visitar la galería de la Uneac por estos días es un golpe de luz. Una llama que aviva la desidia de nuestras calles y galerías. En la exposición el fuego funciona como premisa, las cenizas como conclusión. Como espacio de escape y a su vez de comienzos. Como plaza de resurrección. Esa resurrección que necesitamos, que pide a gritos nuestra ciudad.

AHS 20 de junio de 2025
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